Calor humano

Me miró...sí, o al menos eso pareció desde la oscura esquina desde donde la observaba sin que se diera cuenta.
Apenas fue una breve mirada la que me dedicó, sí, a mí, ya he repasado el momento mil veces y desde miles puntos de vista en mi cabeza, no cabe duda, ella me miró.
Y al no bastarle el haberme mirado, entornó los ojos, como buscandome, como si supiera que me encontraba allí desde hacía horas y que vigilaba cada uno de sus movimientos; el cómo se arreglaba el cabello de una manera natural y despreocupada, como sostenía el vaso entre sus finas y delicadas manos, el sorbo discreto que le daba a su bebida para evitar tomar demasiado y al mismo tiempo no dar la impresión que se aburría, el cómo ladeaba la cabeza ligeramente hacia la izquierda, pues una costura de su vestido le venía molestando desde que salió de casa...

Me vió !

Una ola de alegria embargó mi ser, o, al menos, lo que quedaba de él.

No pude evitar sonreir como un idiota al ver que mi rostro se humedecía y que, lentamente, iba desapareciendo en la eternidad.

La noche, silenciosa como siempre, observó tan peculiar hecho con la discreción acostumbrada.


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"En la penumbra, los amantes se toman entre brazos, esperando desaparecer del mundo y fundirse con la noche"
O al menos eso decía mi abuelo, que en paz descanse, nunca le creí, por supuesto me pareció estúpida la creencia de que al abrazarse y desearlo con la suficiente fuerza las personas podían desaparecer así sin más de la faz de la tierra.

Lo que más me hacía dudar de las palabras de mi abuelo era el preguntarme ¿Dónde van esos desaparecidos?


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Ella estaba caliente, y con caliente no me refiero al eufemismo comunmente usado para expresar deseos sexuales, más que caliente, si me permiten (oh público fantasma) rectificar, estaba cálida, llena de vida, rebosante de... espíritu, por no encontrar una mejor manera de describirlo.

Y sí, yo ansiaba esa calidez, por eso la busqué entre su cabello, sus ojos, sus labios, sus senos, sus piernas, pero nunca pude hallarla...


Fin.