Una voz

Una palabra
Un sonido
Una caricia

Estaba yo sentado tranquilamente jugando con mis pensamientos, armando castillos en el aire y decorándolos al antojo de mis sentimientos, eran sentimientos profundos y hermosos que hacían que mi castillo reflejase los rayos del sol en un abanico de colores infinito.
Nunca me puse a pensar cómo surgió todo esto, o bien si debía o no surgir, simplemente pasó y cuando me dí cuenta estaba embelesado haciéndolo bonito y cargándolo de detalles, no me pregunté por las bases sobre las cuales se asentaban estos, mis sueños y anhelos.

Excepto ese día. 

Ese día me hallaba en la tranquilidad de mis pensamientos, forjando nuevas torres sobre las cuales me paraba y divisaba el horizonte, mas fue en la séptima torre que vino la preocupación. De la séptima torre, al colocar el último ladrillo, surgió un sonido, el cual fue reverberando y reproduciéndose sin perder fuerza, un hecho curioso que fue faro de mi atención y luego el de mi perdición.
Era una voz, una voz incómodamente familiar, la cual me hacía preguntas sobre lo que pensaba, sobre cómo lo pensaba y porqué lo pensaba, me dijo que porqué construir un castillo, si al final todos terminan en ruinas, me apeló que las bases sobre las cuales se asentaban mis edificaciones eran quimeras, me dijo que así como la ambición del hombre lo va a llevar a su perdición, esa ambición mía iba a cobrarme la factura de todo lo que utilicé para construir mi ensueño.

Me habló de "la realidad del asunto"
Me habló de que todo lo bueno acaba
Me dijo que lo que hacía estaba mal
Me dijo que es de tontos sentirse feliz por un sueño, pues este puede no realizarse
Me dijo que debía volver a mi estado previo, a ser un animal que abraza la tierra y teme caer desde lo más alto
Me señaló los defectos, las fortalezas las desestimó y aplastó mis sueños entre las páginas de un libro viejo que no pensaba leer

La voz recorrió cada centímetro de mi ser, derribando, desgarrando, envenenando y maldiciendo a su paso, como una enfermedad incurable mi cuerpo no tenía manera de defenderse ante ella, ni ante el ataque de sus palabras.Mis manos se enfriaron, mi cara se tornó blanca como la más pura nube, mis piernas flaquearon y mi corazón detuvo su canción, ahora solamente latía para proveer la sangre envenenada que me mantenía vivo, aunque no se le pudiera llamar vida a eso.

Ese día, fue un día malo. Y ella lo sabía 

Cuando pensé que todo estaba acabado y sentía la imperiosa necesidad de destruir mis sueños como un autómata fue que reconocí de quién era la voz.
Era mi voz. 
Era mi voz.
Era mi voz pero  alterada, sin sueños, sin esperanzas, sin anhelos, sin amor, sin valentía, sin decisión, sin pertinencia, era la voz a la que había escuchado toda mi vida para dejar de hacer lo que me gusta,  para dejar de luchar por lo que quiero, para dejar de soñar, para dejar de ser yo. 

Mi voz en su mezquindad me agrede y ataca, pues no quiere ser ignorada.
Mi voz en un ataque de locura me hace sentir mal, pues no quiere mal costumbrarse al amor.
Mi voz en su vagancia bota mis sueños, pues no quiere ser la mensajera del corazón que trabaja acelerado.
Mi voz en su desilusión sabotea mis planes, pues una vez tuvo la esperanza y esta murió en los labios.
Mi voz en su miedo quiere que deshaga lo hecho, pues no quiere ser callada por un beso.


Estaba yo sentado tranquilamente jugando con mis pensamientos, armando castillos en el aire y decorándolos al antojo de mis sentimientos, eran sentimientos profundos y hermosos que hacían que mi castillo reflejase los rayos del sol en un abanico de colores infinito...