Los prisioneros (proyecto novela)

Capitulo 1 - El ventanal

-Maldición- rugió Pedro - está cerrado con llave. El portón de acero que les bloqueaba el paso, parecía infranqueable, y se oían ya pisadas apresuradas tras del grupo. Por aquí hay una abertura - observo Miguel, conocido como "chango" - vamos, rápido. Los tres entraron por el resquicio en la pared y despues: silencio, pasos apresurados, una luz se veía de manera intermitente escrutando el corredor en el cual segundos antes había estado el grupo de prófugos, a su saber, los habían delatado; la luz se acerca los habían atrapado...
En una celda oscura y fría, un prisionero se rebullía en su cama inquieto, como si le atacaran las pesadillas.
El canto de un gallo despertó a Pedro Vindas, por supuesto no había sido un gallo verdadero, solo que su habitación quedaba muy cerca del ala donde encerraban a los enfermos mentales, a los que habían enfermado de estar confinados en esa prisión, eso no le pasaría a el.
Se aseó lo que pudo en el asqueroso lavabo de su celda, evitaba mirar la letrina, donde conservaba las herramientas que tanto le habían costado, una caja de cigarrillos y la comida de tres días, los cigarrillos no los había echado de menos, de joven nunca le atrajo el "estúpido vicio", pero la falta de alimento le iba a cobrar caro mas adelante si pensaba llevar a cabo su plan.
Terminó de asearse, y se dispuso a hacer ejercicio en su celda, no mas para mantener la forma que debería tener un joven de 25 años y no caer enfermo debido a la inmundicia que le rodeaba, terminado el ejercicio leyó, una biblia gastada y vieja que el padre de la prisión le había dado por que "de aquel agujero de perdición, solo Pedro se nos salva"

Psst, Pedro - se oyó el susurro por una grieta en la pared, Pedro se agacha y finge amarrar sus agujetas mientras oye por la grieta - dice Caimán que si tiene la vara lista y si no que se ponga las pilas por que se esta hartando de que sea pura paja su alma
De no se por que ya estaba harto de oír las ultimas semanas la misma amenaza, Pedro se habria hecho un ovillo y llorado en su celda esperando a que lo viniesen a acabar, pero sabía que Caimán estaba igual de desesperado que él y no arruinaría la oportunidad de escapar de aquel agujero por una simpleza.

Era un martes lluvioso, como a mediados de mayo calculó Pedro, la verdad no le importaba, cuando estuviera fuera se daría cuenta de que fecha era cuenta, el mundo se daría cuenta al fin y al cabo.
Platos - gritó la voz imparcial del guarda de turno, en ese instante todos los reos sacaban sus mugrientos platos por la hendija inferior de la puerta, mientras un cocinero depositaba un grumo asqueroso sobre ellos - Ni en el Greco obtendrás esto muchacho - se mofó el cocinero soltando una carcajada profunda y grave.
Pedro miró con desdén su comida y la comió con pocas ganas, sabiendo que en menos de un mes estaría probando algo mejor en algún lugar a no menos de mi kilómetros de esa prisión, acabó y se enjuagó la boca con un poco de agua, esta sabía un poco a rancio, pero igual era peor nada.
Sonaron unas campanas, la puerta de su celda se abrió
- Vamos, le dijo el guarda es hora de la misa - Pedro supo porque Caimán le mando el mensaje, no era martes como él creía, era viernes, y la fecha se acercaba peligrosamente; Pedro se levantó, se dejó esposar y fue conducido hasta la capilla: izquierda, derecha, portón, izquierda de nuevo...
Se sentó en el lugar de siempre, a la par del ventanal que daba a la calle, así mientras el padre relataba la misa, podía echar una ojeada indiscreta al exterior y contar con información que le podía ser valiosa en un futuro no muy lejano.

- El cuerpo de Cristo - dijo el padre entregando la eucaristía
- Amén - dijo Pedro, santiguándose

Volvió a su sitio, y miró de nuevo por el ventanal, lo examinó detenidamente, este estaba labrado de manera simple, al estilo de unas casas europeas antiguas que había observado en una revista algún tiempo atrás, no tenía barandal, y supuso que la caída desde alí eran unos 8 o quizá 10 metros, al lado de esta se veía unas hojas verdes y un tallo delgado que pertenecía a una hiedra que llevaba seguro varios años de ser vista por muchos presos que como Pedro acudieron a la religión para pasar el rato, pero al parecer solo él lo había notado y no dejaría pasar la oportunidad...

0 Comentaron: