A veces

A veces nos sentábamos  en uno de los poyos del parque, y hablábamos un poco de nuestras vidas sin importar el tema, como si tuviéramos cada uno un lago dentro y quisiéramos hacer de dos uno, ahuecando las manos y mezclandolos el uno al otro mediante la voz.
A veces jugábamos con el tiempo y el espacio, achicando las horas en minutos y los metros en centímetros para descubrir con una leve pena a ese Espíritu Santo que nos separaba
A veces descansamos nuestras cabezas en nuestros regazos, sin pensar en el futuro ni los espectros que este nos guarda ni siquiera en la aparente imposibilidad de nuestro anhelo
A veces nos fundimos en un beso apasionado, o dos, o tres, dejando de lado las inevitables preguntas y demonios que suelen acechar al nacimiento del amor prohibido
A veces nos evitamos, yo por aquí, ella por allá, en un afán de negarnos la dicha de compartir el uno con el otro, un flagelo necesario para no saturarnos de nosotros mismos.
A veces simplemente éramos nosotros mismos, imperfectos, incorregibles, trascendentales el uno para el otro, un pequeño mundo en un universo extraño.
A veces, cuando nos acosaba el desencanto, era necesario y bastaba un rato a solas, una cabeza en un hombro o un beso callado del cual nadie debía enterarse.


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