Recuerdo no impacientarme, las órdenes de disfrutar y ser comedido iban en ese orden y con esa relevancia.
Recuerdo sentir una dulce culpa al evidenciar mis intenciones antes de lo indicado, pero sus miradas me daban pistas que me invitaron a hacerlo.
Recuerdo observar detenidamente el perfil de su rostro en la penumbra, aventuré a un dedo a recorrerlo suavemente para lograr recordarlo si acaso llegase a perder la vista.
Recuerdo el silencio creciente del mundo mientras este se iba durmiendo, pero el ruido que nuestras miradas hacían a través de la noche no daba tregua, más bien parecía ganar fuerza y nos ahogaba en él.
Recuerdo su sonrisa imitando la mía.
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Recuerdo tardíamente que un caballero no tiene memoria
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